28 septiembre 2005

El superhombre

Al igual que el éxito, la mediocridad es también un estado interior. Para aquellos que en algún momento hayan practicado un deporte sabrán que existe un muro que los detiene de avanzar más, más rápido, más alto, más lejos. Ese muro es más un bloqueo mental de aquello que uno se siente preparado para lograr, que un límite de lo que el cuerpo mismo resiste. Es la barrera psicológica es agotamiento mental más que físico.

El punto es; que esa barrera nos es íntimamente perceptible, pues aun cuando se haya logrado un record olímpico ese éxito externo tal vez sea un fracaso en lo personal; pues si alguien debe estar conciente de cual es nuestro propio límite somos nosotros mismos, el fracaso no es fallar en una tarea o labor específica, sino fallarnos a nosotros mismos en aquello que nos sabemos capaces de realizar.

Un ejemplo podría ser Carlos Slim, un hombre de "éxito" social y al parecer también en lo íntimamente personal; pero supongamos que aun teniendo todos esos logros, cuando llega la noche y apaga la luz, se hace el silencio y justo antes de cerrar los ojos para conciliar el sueño siente algo que lo incomoda en el fondo de su ser, se da cuenta que ha fracasado, que es un mediocre, que no ha ido más allá de su límite psicológico y que para colmo ha pasado la vida haciendo dinero y dinero porque se enajenó en ello para no pensar en si mismo, para no superar su propios miedos y vicios, porque no se atrevió a vivir como él quería y vivió como la tradición familiar le impuso. Eso sólo lo sabe él.

En la cotidianeidad es común encontrar ese tipo de gente, aquellos que tuvieron tanto miedo de enfrentarse a sus propios demonios que se fugaron de la realidad en el trabajo, el vicio o el enajenamiento. Aquellos que suelen ser jefes de un departamento y que tratan con altanería a sus subalternos, aquellos que porque tienen dinero son pedantes y soberbios y aquellos que son eruditos en una materia y tratan como pendejos a todos los demás. Esos son fracasados, son gente que saben que lo único que tienen en la vida es su trabajo, su dinero o sus títulos colgados en la pared; son los cobardes que no se atrevieron a vencer sus miedos e inseguridades, que se alejaron de su realidad y la enterraron en un vicio en particular.

La vida sin mediocridad es harto difícil, pues involucra luchar contra las grandes debilidades del hombre, significa apreciar más la trascendencia que el placer inmediato, en cierto sentido los hombres excepcionales son unos reprimidos, porque ponderan más el largo plazo y se privan de lo inmediato con tal de lograr su propia meta para después superarla.

El placer es la parte más animalezca del ser del hombre, es gracias a la función placer-displacer que el hombre ha logrado la supervivencia y la conservación de la especie. Pero la búsqueda del placer por el placer mismo es viciosa, pues es vicio sucede cuando se pondera el placer físico sobre el gozo espiritual. Un trago de alcohol, una bocanada de humo, el intenso sabor y olor de la comida, el orgasmo, todos esos placeres son casi inmediatos, pero el gozo; eso toma mucho en suceder.

El gozo en primera instancia es una acto superior de conciencia, es la sublime percepción de saber que lo que uno hace está bien hecho, está fundamentado en un principio de vida y tiene un fin específico; el gozo no es una vida alejada de los placeres corporales, pero es la variación entre el burdo placer y la exquisitez. La exquisitez es un acto de razón, es la apreciación de lo estético dentro de lo cotidiano, pues ¿acaso hay algo más cotidiano que el comer, que el fornicar? Son actos indispensables, pero la diferencia entre la practica del virtuosismo estético en búsqueda del gozo está en función de la moderación, de la renuncia a placeres goloso y la exclusión de las adiciones. Pues si bien se puede encontrar lo estético en el fumar, es más que conocido que es nocivo para la salud; al igual que el sexo orgiástico, la glotonería y demás actos que van en contra de la vida misma.

La templanza de la mente sobre el cuerpo es el camino al gozo.