08 junio 2005

Determinación

Existen siete pecados capitales (Gula, Avaricia, Envidia, Lujuria, Orgullo, Ira, Pereza) y siete virtudes, cuatro son las cardinales (prudencia, justicia, fortaleza y templanza) y tres las teologales (fe, esperanza y caridad); pero para mí existe una virtud superior a estas y es la determinación.

El hombre es un animalito del señor igualito a todos los demás, excepto en el uso superior de la razón, esta razón la llamamos inteligencia y en ella hemos fundamentado el desarrollo de nuestra especie, usamos herramientas creadas por nosotros mismos y tenemos un lenguaje escrito y oral que nos permite mantener un registro de nuestra historia, tenemos memoria histórica. Pero, como los demás animalitos, el canijo instinto nos tienta constantemente a obedecer la ley del mínimo esfuerzo y la búsqueda irrestricta del placer, parte de nuestro desarrollo social se ha visto beneficiado por este instinto -cualquiera que haya dormido alguna vez en el piso agradece la existencia del colchón- y por otra parte se ve seriamente dañada. El placer hedónico nos lleva al vicio, los vicios -cualquiera que sean: sexuales, drogas, etc.- son modos de alejarnos de la apabullante realidad, son modos de aislarnos de nuestro problemas y hacer como que no existen.

Para tener vicios existen infinidad de pretextos, por ejemplo: el cigarro tiene como uso frecuente calmar el stress; el ser beato es un modo de excusar nuestro destino en un dios inexistente y no asumirlo como el producto de nuestros actos. Entonces ¿de donde nos viene la fuerza para ser, para existir? ¿de adentro o de afuera de nosotros mismos?. Hay quienes confunden la fuerza interior con un ego superdesarrollado, éste es un vicio extremo, es un pecado capital es la soberbia y vanidad, el ego es totalmente distinto a la autoestima; que es saberse valioso en sí por aquello que valoramos en los otros, por lo tanto en nosotros mismos; es sabernos capaces de desarrollar al máximo nuestra virtudes y ser fuertes día con día para lograr nuestro objetivos: todo lo anterior es la autodeterminación, es una virtud positiva, deriva de la razón.

Los grandes hombres son aquellos que han sido bastos en autodeterminación, aquellos que saben forjar su destino con base en el trabajo, en la constancia, en la disciplina, en el estudio, la reflexión y la perseverancia: en saber que todo lo que desean lograr estará en función de su propio esfuerzo. Hay grandes hombres con ideales superiores y hay otros con falsos ideales. La determinación puede estar falsamente fundamentada.

Los grandes hombres han dejado esperanza y fe en la humanidad, entre ellos encontramos: C. Lindenberg, A. Hitler, Lenin, Kant, Zapata, E. Calles y un sin fin de hombres que con su determinación, correcta o equivocada, formaron cabalmente su destino, cambiaron su mundo, el mundo.
La pasividad del hombre es el gran freno del progreso, es el modo más estúpido de negarnos a nosotros mismos la posibilidad de crear nuestro propio destino. Para ser los hombres que deseamos ser sólo nos hace falta determinación.

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