28 noviembre 2004

The mexican dream
escrito el 19 de noviembre 2004

El ideal, el sueño, el estereotipo de ser por el cual se vive es un motor que impulsa al individuo a cambiarse a si mismo, a luchar por ser, tener, vivir de un modo o de otro.

Hace algunas semanas platicaba con mi papá: sobre la falta de un sueño mexicano, equivalente al American Dream (AD), le decía que los gringos tienen muy claro cual es su ideal de individuos dentro de sus sociedad y cual es el modo de lograrlo; el AD versa más o menos así: América es una tierra de oportunidades y libertad, donde los individuos que tienen el empeño para lograr su metas a través del trabajo, el ahorro y el continuo esfuerzo podrán lograrlas. Esto podría ser el caso de Bill Gates, Arnold Schwarzenegger y muchos mexicanos que viviendo allá se han hecho ricos después de cruzar la frontera como “ilegales”. En el caso americano el AD ha trascendido a mito global, los mexicanos que cruzan la frontera lo hacen porque creen que allá vivirán mejor.

El AD, como tal, no es una realidad: muchos de los que siguen la formulita fracasan, pero si es un ideal de sociedad, una que se basa en la justicia, la libertad y la igualdad de oportunidades, de modo objetivo ello no sucede, ni hay igualdad, ni libertad, ni justicia plena, real, o no excluyente. Lo importante es que el mito permite que el sistema funcione más eficientemente que otros, es un problema de acción colectiva, cuando el americano cree en la justicia: acude a la instituciones que la representan exigiendo que la ley se cumpla; cuando creen que el trabajo honrado y constante permite el progreso individual: trabajan, ahorran y luchan por si mismos de un modo más arduo que aquellos que tienen una mentalidad de derechohabientes. El AD es falaz, pero permite que las expectativas se autorealicen.

En el caso mexicano las expectativas también se realizan, pero en el sentido negativo; los mexicanos no creemos en la justicia: por ello no acudimos a denunciar la mayoría de los delitos; no creemos en la igualdad: por eso discriminamos a los indígenas, a las mujeres, a los niños, a los homosexuales y a los viejos; decimos "el que no transa no avanza" y por ello abusamos de quienes podemos, también, los timamos o estafamos; tenemos —no todos— mentalidad de derechohabientes y que el tener una plaza laboral es un seguro contra el desempleo: por ello no aumentamos nuestra productividad y competitividad y, esperamos que el sindicato, el Peje o el IMSS nos mantengan de por vida.

Creo que hace siglos sí existió un sueño mexicano, era el de los líderes con ansia independiente, era el de Mora y el de Alamán, que querían una nación federal o centralista, era el de Juárez que buscaba integrar a los indígenas a la modernidad —por cuestionable que fuese—; incluso, el de Zapata que buscaba la reivindicación de las tierras robadas a los indígenas.

Yo tengo mi propio sueño mexicano, es uno donde todos nos esforzamos y trabajamos por lo propio y por lo colectivo, donde hay participación ciudadana, donde se acaba el "hacen como que me pagan, yo hago como que trabajo", en donde los mexicanos definimos nuestra identidad, donde los modelos de vida europeos y norte americanos son puntos de referencia, no disfraces ni caretas que no significan nada en nuestro contexto e historia, mi México ideal tiene identidad, sus jóvenes crean y escuchan su propia música y visten su propia ropa, sus hombres y mujeres transmiten valores y conocen su historia, la historia nos da identidad, nos transmite un ideal histórico, define lo que hemos sido en distintas dimensiones y muestra los consensos que se han logrado con la sangre y el acuerdo.

Cómo es posible que un pueblo de inmigrantes (Estados Unidos) tenga un ideal más claro, entre sus ciudadanos, que un pueblo con "raíces ancestrales" con una "cultura milenaria". Es muy sencillo de explicar quienes persiguen sus ideales los logran asimilar, quienes no: son asimilados.

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